Hacía varios años luz
que aquellos sueños
se columpiaban
como castañuelas alegres,
pero estaban enmohecidos,
realmente, de tanto soñar.
Adentro de las maracas
se volvían melodiosos,
agradables,
acordes,
fulgurantes con luces neón
y danzaban entre ellos mismos.
Y brillaban sin que nadie los viera,
pero eran sólo magia,
viva ilusión,
porque al salir al oxígeno
se despintaban,
se tornaban ceniza,
se desconocían a sí mismos.
Y aun viéndose al espejo
sabían que eran fantasmales,
como aguas rescindidas
de ancestros lagos,
donde su suelo era ahora
como mosaicos de lodo seco.
Y rodaban los años como ríos,
se trepaban en los huesos,
en la espalda,
los ojos,
el pelo
y ofuscaban la mente
y la hacían turbia.
Y habían titilantes estrellas
que brillaban por doquier en la oscuridad,
pero los sueños eran ceniza,
ya no revivían
ni poniéndolos en sus maracas,
eran fantasmales,
estaban sordos, mudos y ciegos.
que aquellos sueños
se columpiaban
como castañuelas alegres,
pero estaban enmohecidos,
realmente, de tanto soñar.
Adentro de las maracas
se volvían melodiosos,
agradables,
acordes,
fulgurantes con luces neón
y danzaban entre ellos mismos.
Y brillaban sin que nadie los viera,
pero eran sólo magia,
viva ilusión,
porque al salir al oxígeno
se despintaban,
se tornaban ceniza,
se desconocían a sí mismos.
Y aun viéndose al espejo
sabían que eran fantasmales,
como aguas rescindidas
de ancestros lagos,
donde su suelo era ahora
como mosaicos de lodo seco.
Y rodaban los años como ríos,
se trepaban en los huesos,
en la espalda,
los ojos,
el pelo
y ofuscaban la mente
y la hacían turbia.
Y habían titilantes estrellas
que brillaban por doquier en la oscuridad,
pero los sueños eran ceniza,
ya no revivían
ni poniéndolos en sus maracas,
eran fantasmales,
estaban sordos, mudos y ciegos.