Y me llamó el ombligo de
la noche que prolífico y fecundo susurró a mi oído acústicos cantares. Me tomó de
la mano como guiando a su tálamo la amante novia. Y fui de tul. Y me sentí vaporosa
de algodón tejido y nubes, flotando en el espacio entre sus fuertes brazos de árbol,
que llenaban de fresca sombra mis circunferencias. Voltee mesmerizada al cielo y pasmando el titilar
de las estrellas vinieron a incrustarse en mis ojos. Me explayé en su presencia como acompañan las alborotadas
golondrinas las apacibles olas y en su taciturna sensualidad me torné en la Afrodita
de un Olimpo sin cauce ni vertientes, brotando de mí un poema apasionado que bebía
a sorbos del ombligo de la noche mientras yacía sola.
Dora Elia.
27 de Febrero 2017.
EE.UU.
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