Me recuerdo vaporosa, descalza
de pudores, desvestida a quedar tan solo un hilo, caminando junto a él los andares
de su cama, tan incendiarios y dulces, de espalda y pecho, muslos y cadera, de
lado, retaguardia y frente a frente de mi amante principesco, colgada de sus
brazos y prendida a su boca llena de arcanos altares. Me recuerdo tumultuosa, también
exagerada, en tormentas nebulares de hormonas salvajes que incitaban mis deseos,
para arder en su pira solo de pensarle. Me recuerdo catastrófica, de nacientes y
jóvenes suspiros, en crescendo a mis pulmones, al brincar su nombre, tan mágico,
en la flor de mis labios. Lo recuerdo viril e incontenible, voraz y lobo alucinado,
joven caballero, de alas en extensos cielos, testigo ocular de portentos
naturales, cuando se extendía cruzando a raudal las nubes, navegando los
vientos… y muy en lo alto un techo de estrellas que parecían murmurar sutiles
te quiero. Me recuerdo fascinada junto a él, adorando de puntillas su mundo y muriendo
de locura en sus brazos, cada atardecer, cuando pisábamos la tierra.
Dora Elia.
18 de Febrero 2017.
EE.UU.
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autor.
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