Afuera,
corría el revoltoso viento
que en clamor pululaba
lleno de frío
pidiendo albergue en el
tibio interior
que de su pecho en
suspiros brotaría.
Ella…
era a veces de silencios herméticos
como la oscuridad a media
noche
en el zenit virgen del
invierno
que entre pantanos y feroces
aullidos
le entonaba una canción de
cuna
a la inclemente soledad.
Era de cabellos alargados
como los lloros en los cementerios
y los enjugaba a veces en
sus manos
con sus propias lágrimas.
Era de piernas que hacían evocar
el largo romance de la
tarde con el sol
en un citadino cálido verano
lleno de transeúntes en el
parque.
Era de dorada piel
como el ansiado trigo maduro
a la fecunda hora de la
cosecha
por manos concienzudas
fructíferas y hábiles.
Era de espontánea sonrisa…
no dudaba esbozarla
en el preciso instante
o simplemente porque sí.
Era del mes del año un
tanto loco
otro tanto primaveral
y sentía en la sangre su
contagio
de enero a diciembre.
Era de mirada triste
y no importaba nada…
en su germinado pecho
moraba la incipiente semilla
en la inspiración de un poema
entre beso y candente verso.
Dora Elia.
31 de Agosto 2017.
EE.UU.
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