domingo, 16 de abril de 2017

ASFIXIAS DEL TIEMPO.


Fue creciéndole musgo cubriendo de verdosa capa las coyunturas, asfixiando cualquier partícula de movimiento existiera acaso aún en las articulaciones de su alma. Se había hecho larga la espera, roedora e interminable. Deseaba depositar en ella sus besos y sueños. Vamos, en ella completa, incluyendo las células más allá de su cuerpo y sus alrededores, más allá del engranaje del tiempo, más allá del ambiente medio donde caminaba y se movía, más allá del viento que la rozara al lamerla con sus ondas frías o cálidas, más allá de la distancia y los imposibles y de las cadenas sin nombre ni identidad que lo acorralaban. Quería besarle los suspiros, la mirada, las fuentes, los puntos cardinales, los siete mares y las maravillas del mundo, las angustias, los deseos y alguna que otra fina estría le descubriera al recorrerla. Y no había aliados o cómplices entre los astros del universo se alinearan… Y fue dándose cuenta también que el musgo es bello, fértil y hospitalario con la humedad robada de cualquier raíz, pero es mortal a la piel del árbol que se abraza.

Dora Elia.
16 de Abril 2017.
EE.UU.
Derechos reservados de autor.




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