sábado, 31 de agosto de 2019

AL PASO DE LOS BESOS


Hilvanó la palabra.
La hizo verbo.
Y de sus fauces insaciables
iban brotando babeadas conjunciones de versos
y exclamaciones que se adherían
al resquicio de un cuerpo perfilado a media luz.

Ese cuerpo hecho de placer,
que no armonizaba con nada más
que con las contorsiones 
de la desquiciada noche.

Humeaban las ganas.
Temblaban los huesos.
Sudaba el deseo libidinoso.
Espumaban los minutos que vomitaban estertores
y convulsionadas leyendas
de antiguas aventuras que habían existido,
muchas constelaciones de laberintos atrás.

Y todo era viejo
y todo era nuevo.
Tan viejo como polvo de estrellas
paseándose por el universo,
y como el sol
y como la noche.
Y nuevo como los amaneceres
y los botones de flor
abriendo sus retorcidos pétalos.

Y derritieron sus gajos colgantes.
Y extasiaron hasta la punta de sus cabellos.
Y punzaba todo.
Y latía hasta la vibrante sombra.
Y gritaban agitados los silencios.
Y chorreaba todo,
al paso de alborotados besos.




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