Me encogí de hombros en mi caminata rumbo
al fin del mundo. Esa oblicua orilla del abismo donde se desprenden del cuerpo
las almas y brincan en su afán por recorrer lo desconocido, la nada, que sé
yo…en esos días equidistante...s y desaparecidos de lluvia seca donde los mares
recogen todos los suspiros exhalados de polo a polo y en su
cada-entremedio-moribundo-ángulo las vagas y angustiosas miradas desde el
principio hasta el fin del tiempo.
Y me electrizó el silencio cargado de
sepas ardientes, sanguinarias, inconclusas, perdidas…y me quedé suspendida
azul, derramada, sin música, sin voz, sin oídos, como el molusco que corrió de
su casita-caracol a buscar una vida mejor.
Me quedé efigie alta en las alturas, estatua de sal diminuta en las bajuras sin ton ni son. Y mi alma corriendo loca detrás de un no-sé-qué, un no-sé-como, un no-sé-cuando. ¡Si no había la menor señal de un pequeño oasis! Solo arenas en el mortal desierto. Y yo a la mitad; alucinando pretensiones de un cubo de hielo.
Me quedé efigie alta en las alturas, estatua de sal diminuta en las bajuras sin ton ni son. Y mi alma corriendo loca detrás de un no-sé-qué, un no-sé-como, un no-sé-cuando. ¡Si no había la menor señal de un pequeño oasis! Solo arenas en el mortal desierto. Y yo a la mitad; alucinando pretensiones de un cubo de hielo.
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