Como se quiere a veces
en el ocaso del tiempo.
Su penúltima ilusión
–última quizás, no sé-
como el náufrago se aferra
al madero flotante
en revoltoso mar.
Me dijo te amo
¡muchas veces!
¿Cuántas?
No lo recuerdo…
y otras más.
Como si presintiera
pasarían sus te amo
a mis neuronas inconscientes
y consecuencia lógica
mi doliente olvido.
Se entregó a mí
en alma y cuerpo
sin reservarse un poco
para inciertos días
de imprevisto futuro.
Mas mi libertad
no era negociable.
No era de constreñir
al fatal enclaustro
de unas rejas.
Y mis alas de otoño
siguieron en su vuelo
huyendo a la jaula.
No fue suficiente.
No pudo retenerme.
No me sostenía
a su lado nada.
Y lo vi alejarse desde mi
vuelo
por la vereda gris
en que llegó…
Con sus propias alas
en derrumbe.
De manos vacías.
Corazón contrito.
Alma rota y mirada triste…
Dora Elia.
28 de Agosto 2016.
EE.UU.
Derechos reservados de
autor.
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