Levitamos profundamente
urgiéndonos la piel
en el inconfundible manto
de la negra noche
que canta de excesos.
Incansable a mí llegas
-embravecido-
y hallas tu calma
en mis humedades
al murmullo de mi voz.
A tu vaivén y compás
se mece mi cintura
de cuerdas de violín
en impacientes acordes
que provocan tus manos.
Y bajito te susurro:
-Átate a mi cuerpo
como se adhiere
la madreselva a la roca
y vacía mis delirios
deshojándolos uno a uno-.
Dora Elia.
4 de Marzo 2016.
EE.UU.
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