A vivir sin tus entrañas
aun cuando las mías
-estas que llevo dentro sin
propósito
o razón alguna a veces
creo-
iban languideciéndose
como flores marchitas
sin darme cuenta.
A contar en saco roto
con desértica mirada
los infames tic-tacs
del pedazo burlón de reloj…
formando sus días
con cuarenta y ocho horas
de doler la ausencia.
A enjugar mis lágrimas de
mar
en su tibia carrera cuesta
abajo
con el triste pañuelo roto
de algunas cosas buenas
habían quedado por ahí
en mudo y ciego vacío
en el desvencijado ático
de un cítrico recuerdo.
Aprendí a nadar
en la insignificancia
de contadas arenas
que hacían remolinos para
asfixiarme
y a estirar la mano
para atrapar del viento
-entre mis dedos casi fríos-
unas cuantas bocanadas
evitando el estertor.
Aprendí a no sé qué.
A ser tal vez…
un robot sofisticado.
Una autómata sin alma.
Una muerta encarnada entre
vivientes.
O viva sin osamenta entre los
muertos.
Todavía no sé…
Si aprendí a andar la vida
o si voy aún a gatas por
el suelo.
Dora Elia.
4 de Julio 2016.
EE.UU.
Derechos reservados de
autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario