Me dejé arrastrar
bajo un velo disfrazado de
amor.
Esas palabras fecundas
que lo ciñen todo
y que como ávidos escarabajos
se adentran bajo tierra…
la tierra mojada y suave
de mis deseos sedientos.
Y me fui ahogando
en la espera de una señal.
Mas llegaba en
intermitencias
confundida
ficticia
superflua…
aunque a veces olía tan
veraz.
Y anduve ebria un tiempo
flotando en vapores
de perfumadas azaleas.
Visitaban las mariposas
mis jardines
aleteando erráticas
y en su inquieta danza
se confundían con las mías,
las que traviesas jugaban
bajo mi ombligo y mi
vientre.
Y cayó de ras asestando su
golpe
como navaja punzante…
Era,
que otra golondrina
aleteaba en sus nubes de azúcar.
Que hambriento bebía
la miel de sus colmenares.
Yo, su pasatiempo a fuego
bajito
en el quemador de atrás
-por cualquier cosa-.
Cruel es la desesperanza.
Por un engaño duele todo,
hasta el núcleo de las vértebras.
El desahucio deshilacha
las entrañas.
Sangra el sueño…
Cayeron las mariposas,
tristemente.
Un día las vi a mi
alrededor
pálidas
sin vida
con sus alas secas.
Yo…
con dignidad la puerta le abrí.
Sin más ni menos.
Sin dramas.
Sin escenas…
para que bata feliz sus ansias
y vuele libre
a su antojado albedrío.
Dora Elia.
2 de Noviembre 2017.
EE.UU.
Derechos reservados de autor.
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