Ahí
donde nadas tú
donde meces el vals de tu mundo
flotando irrepetible.
Me basta la memoria
montada en ecuestres blancos
surcando el cielo azul
de mi pensamiento.
Sabía que volaban las
primaveras.
Sabía que mis veranos partían
a las nébulas del ayer
sin detenerse un momento.
Sabía que el otoño alcanzaría
mi vera
inundándolo todo
marcando los minutos inexorables
que se escurrían huidizos
como cuando mis manos
intentaron detener el agua
sumergidas en el arroyo
cristalino.
Y te cargué conmigo
en mis bóvedas más secretas
en los misterios
inexpugnables
de mi cerebro en bruto
donde el tiempo no te
tocara.
Te llevé a todas partes
donde fueran mis pasos.
Fuiste atado a mi espalda
a mi cintura
bruñido en el fuego
de nuestros encuentros.
Y volábamos alto
tan infinitos tú y yo
tan insaciables
devorándonos hasta el último
sorbo
de las nubes.
Llevo aun las maracas de
tu voz
repiqueteando
cantándole bajito
murmullos apasionados a
mis ojos.
Y te veo en mí
en la imagen clarividente
e inconfundible
que me devuelve el espejo.
Dora Elia.
15 de Noviembre, 2017.
EE.UU.
Derechos de autor.
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