Se había robado clandestinamente
el encaje de mis párpados
dejándolos desprovistos
del sueño
en el terciopelo de frecuentes
madrugadas
en que gozaba el insomnio
para espaciarme pensando
en él.
Era sólo por innata costumbre
amontonar más para su colección
estoy segura.
No sé,
qué más coleccionaba de
sus amores.
¿Besos, caricias,
recuerdos, fotografías,
ilusiones, ensueños,
y quien sabe,
algunas prendas íntimas
para extasiarse
si la compañía le faltaba?
Me fue exacerbando de
pronto
en números del uno al diez
la inquietud,
una corazonada de esas que
no faltan
cuando se ha caído la
venda.
Una día cualquiera
con su acompañante noche
de luna solitaria,
a media luz de un piano
triste
que derramaba sus teclas,
escuchando sus notas desnudas,
en sobrio pensamiento hablé
conmigo:
–Hasta aquí,
cierro las puertas,
recojo mis pedazos rotos
y los pego de nuevo-.
Dora Elia.
24 de Noviembre 2017.
EE.UU.
Derechos de autor.
Con gran orgullo acompaño
estos versos con una exquisita pintura de mi amiga (y anfitriona cuando estuve
en Orihuela, España recientemente), Gabriela Ruiz Gomiz.
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