lunes, 11 de enero de 2016

EL DUENDE

Un cuento corto, nacido en Barcelona, España, durante mi estancia del 31 de Diciembre 2015 al 10 de Enero, 2016.

Me llamó el bosque. Me buscaba. Quise resistir...creí lo había logrado.
Me parecía era más de lo que soportaría.

Días previos muy activos desde mi llegada, arriba abajo. Caminar cuadras y cuadras, ida y vuelta….estaciones de metro y más y más, con sus largas escalinatas, de nuevo arriba, de nuevo abajo…mucho más de lo que acostumbro en mi mundo de cemento donde recorro largas distancias ida y vuelta (mi coche y yo…inseparables) jornadas y jornadas... mi vida sobre cuatro neumáticos, nada a pie.

Y el bosque insistió, me llamó de nuevo.

De pronto esa tarde, dos días antes del regreso a mi cemento en Chicago, EE.UU, (y a mi coche por supuesto)... o sea, día 8 de Enero 2016 (creo era después de medio día) me dijo Jose…”solo te pregunto, por si lo quieres considerar, pero a mí me parece que mañana, día 9, pudiéramos ir a Vacarisses a visitar a Mon (nuestro buen amigo Ramón) como lo habías expresado hacía más de un mes’

Respondí,
‘’Jose, me encantaría ir a saludar a Mon y ver su entorno…visitar el hermoso bosque o alguna parte de él, que he podido notar en fotos que publica Mon y conversar un poco más, ya que solo fueron dos ocasiones de unos minutos que pudimos saludarnos...(digo, Mon ha tenido la enorme deferencia aceptar hacer el prólogo para mi nuevo libro)…pero tanta actividad, ya realmente necesitaré descansar mañana, para mi regreso el 10. Inclusive Jose, te había dicho desde meses atrás que no me programaras ninguna actividad el día antes de mi regreso… y también, un mes antes, cuando surgió la idea de ir a los entornos de Mon, te sugerí  programaras esa ida al bosque al inicio de mis días en Barcelona’’.

Y bueno, no se daban los horarios y compromisos, por diferentes causas y los horarios y compromisos de las personas… y se alinearon las cosas como fueron pudiéndose alinear.

Al inicio (desde antes de mi viaje) cuando Jose me iba comentando como iban los compromisos y actividades que estaban programándose para mí, pensé que ya no iría al bosque y de hecho, dije rotundamente ‘lo siento Jose, no creo poder, ya ando demasiado fatigada, hoy es 8, mañana día 9 descansare todito el día, sin hacer nada y pasado mañana, será larguísimo de todo el proceso alrededor y en torno a mi regreso a América”.

Y me llamaba el bosque… y no pude seguir diciendo no… la verdad, cedí, no sé ni en qué momento accedí.

Y me encontré con él. ¡Exuberante, mágico, místico y hermoso! Fue respirarle su aire perfumado y puro como un regalo…Me abrigó con un día brillante y cálido (debía haber hecho frío según lo comentó Mon, quien vive allá, siendo un área montañosa).
El bosque me prestó su naturaleza…me invitó a abrazar sus árboles… me permitió su oxígeno regenerado y recirculado por su follaje extenso en combinación con ese cómplice suyo el viento.

Me prestó un par de árboles caídos y otro envuelto en madreselva y unas grandes piedras para que pudiera tener un recuerdo, en fotos.

Inclusive, el bosque me dio una sorpresa…. salió a la orilla del camino, en lo que íbamos caminando, un hermoso animal. Yo fui la primera en notarlo (hacia la derecha, abajo un poco, entre algunos matorrales) y les llamé la atención a Jose, Paqui y Mon, mis compañeros de paseo, pensando al principio que se trataba de un perro grande, pues en todo el trayecto, diferentes personas nos habían alcanzado y pasado al frente (o cruzado en dirección contraria a nosotros) en sus caminatas rápidas con sus perros, de todos tamaños y de cuando en cuando, veíamos que los perros andaban hacia los lados, fuera del camino, haciendo su reconocimiento usual, como curiosos que son.

Era algo así combinación de jabalí (sin los colmillos y sin ser salvaje claro)…parecía un noble amigo, saliendo a la orilla a curiosear a la visitante que no había querido ir al bosque (bueno, es lo que he pensado) y combinación de puerco espín (sin las púas y sin el salvajismo tampoco claro) o simplemente, un cerdo de ancestro milenario… o quizá era un duende… sí, eso tenía que haber sido…un duendecillo en disfraz. Luego se regresó a su hábitat, marchando lentamente y nosotros también, en el camino de asfalto…volví a voltear unas veces y se había esfumado en el místico bosque. 
Gracias duendecillo por darme la bienvenida a tu mundo y de paso saludar a mis amig@s.

Dora Elia.











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