Hay fragmentos de mí
en las manos de la noche
y sus pies se cortan
con los añicos
que de mí cayeron
como agudas migajas
que reverberan
escurridizas
punzantes
hasta el suelo de mármol frío
y todos mis pedazos
en un grito sonoro
claman ser juntados.
Y tu miras.
Observas.
Sonríes.
Porque mi cintura
-y sus vestigios-
ya no puede desdoblarse
-como una palmera
partida en dos
por el vendaval-.
Y tú ríes francamente
mientras me voy hundiendo.
Y caigo más y más.
Y toco fondo.
Y entre cristales de agua
sobre mi cabeza
extiendo mis manos
para alcanzar las tuyas.
Tú parado en la orilla.
Me ves.
Vuelves a sonreír
-con una macabra mueca de
sonrisa-.
Giras en tus talones
y en ciento-ochenta-dolientes-grados
te pierdes de mi vista
alejándote al fin.
Y mis añicos
irremediablemente se
ahogan
en lo profundo.
en lo profundo.
Dora Elia.
21 de Enero 2016.
EE.UU.
Derechos reservados de
autor.
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