Cerró sus ojos
para no ver mis congojas.
Esos sus ojos tristes
donde no cabía
la luz del entender.
Esos ojos tan suyos.
¡Tan suyos sí, por dios!
Pero que en un tiempo ilusioné
creyéndolos tan míos.
Cerró sus ojos…
Pero sus ojos de la razón.
La que desea quedarse.
Busca la forma
y a veces lucha.
Al final fue solamente
una razón errática
furtiva
y confundida.
Le ganó un viento
huracanado
-que arrebatándola-
la llevó al medio
de irracionales mares.
Le ganaron sus fantasmas.
Esos entes imaginarios
danzando locuras
como incansables
duendes.
Los que a toda hora le
hablaban
-despierto y dormido-
inventándole cuentos
de moros con tranchetes
hirviéndolo en peroles
de infundados celos.
Y puso distancia
-más aun
de los kilómetros crueles
que ya nos separaban
de norte a sur
este a oeste-.
Y cerró sus ojos del
entendimiento
por no creer que yo le
amaba.
¡Qué pena siento!
¡De verdad, qué pena!
Dora Elia.
6 de Enero 2016.
EE.UU.
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