Yo no sé romper el hábito
que me persigue desde siempre. El de romperme ante mí misma a veces. Desconfigurarme. Desintegrar mis llantos. Gritar mis lágrimas a voces bajo el peso
del frustrado desvelo. Apretar los puños en un alarido hasta esos cielos de fábula,
esos cielos imaginarios, pero tan azules y bellos que te hacen voltear la vista
a buscarlos.
Sí, ese cielo mudo y sordo
que me cubre. ¿Por qué entonces ocuparme en elevarle mis plegarias y lamentos
si no escucha? Si usualmente no responde.
O será tal vez que la
ciega, sorda y muda soy yo que no entiendo nada. ¿Para qué entonces aferrar mis
pies a intangibles? Si siempre se derrumban en el viento (como yo) aún antes de
tocar mis manos. Tal vez estoy demasiado ocupada viviendo la vida que no la
estoy viviendo. Tal vez solo estoy habitando este cuerpo… y rompiéndome un poco
cada día.
Dora Elia.
21 de Enero 2016.
EE.UU.
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