Me topé contigo esta mañana,
tan repentino así, como vuelve mi mente después de la inconciencia del sueño. Estabas
vestido con nada más que tu piel de amaneceres, de luces que me envolvían y mesmerizaban
mis neuronas oculares. Percibí el aroma de juncos silvestres tu cuerpo destilaba
cuando te incitaron mis aromas de pulpas vivas, de desiertos bajo el sol naciente,
de flores recién rociadas por las lluvias de abril. Cruzaste la pieza hacia mi
vera, turgencia desbocada en mano y tu boca llena de perfumes para plasmarme
dibujos y versos. Ángel de mi amor, de siglos sin contar, de tiempos sin reloj…
Mi ángel caído desde los plantares del universo. Amo tus alas de manchas
negruzco-café-grises, medio rotas, desprovistas de vuelo… Amo tu destituido
vigilar. Te amo eternamente porque todo lo cambiaste por la tentación puse en
tu cuerpo de besos florecidos, aquella tibia noche tachada de estrellas cuando te
enviaron a velar mi sueño.
Dora Elia.
15 de Septiembre 2016.
EE.UU.
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