Le han crecido al doble
a la rosa las espinas
y sus pobres pétalos
antes aterciopelados
y frescos
y vitales
se marchitan con tristeza…
ya no hay vestigios
de aquella lozanía vehemente
que el amor les irradiaba.
No es necesario decirlo…
lo sentimos a diario
en la rutina y el hastío
y lo entendemos los dos
en el silencio de frías mazmorras
que nos encierran
nos asfixian
y ahogan
en un mar de indiferencia
tú y yo.
No lo pronuncies
-lo intuyo-
que mi piel
te sabe a otra saliva…
y no voy a soltarlo
fuera de mis pulmones
-lo sabes, lo sabemos, que
lo sé-
porque la tuya
despide el aroma
de un extraño perfume.
No lo confesaremos tampoco…
pero nuestras sábanas
arden en delirio
por el otro nombre
y lo sabemos los dos…
cuando de espaldas en la cama
mordemos nuestros labios
por no gritar al viento
el febril deseo de sus
caricias.
Dora Elia.
4 de Septiembre 2016.
EE.UU.
Derechos reservados de
autor.
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