Estabas a medio camino de
brazos abiertos viendo al cielo para buscar respuestas a preguntas que se
diluían en Sirocos de desérticos cantos. Tu sombra misma hablaba de soledades
impotentes, intuía el aciago porvenir. Se sentó cansada de la lucha, de no
entender su sino y la vi arando el suelo a ensangrentadas manos. Lo único
cierto era lo incierto, lo único seguro… la inseguridad, en borrascas de trapo
negro. Te abandoné en el crudo naufragio de lluvias, sin remordimiento ni
querer voltear atrás para una última mirada… Más no era mi verdad. Huía tras algo
tan efímero e inestable como las nubes que el viento barre a su capricho. ¡Ay amor
mío, cuánto daño nos hice! Más no di paso atrás para volver. ¡Enfermo orgullo! -Yazco
enajenada en mi lecho-.
Dora Elia.
18 de Septiembre 2016.
EE.UU.
Derechos reservados de
autor.
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